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El hombre del sombrero

Vuelve a arder París, cómo no

Vuelve a arder París, cómo no

Arde París,

en los albores del siglo XXI,

arde París.

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Arde con la gasolina del pueblo,

con la pólvora mustia del exilio,

del exilio social de los anónimos,

los muertos de hambre,

los rostros pálidos,

los perros flacos,

los carpe diem.

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Cuando el mañana es un tren aparcado

tan sólo queda quemar la estación

y andar la vía.

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Este poema fue escrito durante las revueltas en París de hace un par de años.

Parece que el tema se ha vuelto a complicar porque el bienestar se sigue construyendo sobre los cimientos de la desigualdad, de la injusticia. Hoy es París, mañana serán los pueblos que nos cosen las camisas y nos fabrican balones de fútbol por un par de míseros céntimos.

La pregunta es muy sencilla: ¿si os estuvieran reventando la vida, os quedaríais quietos? La violencia no debería ser la respuesta a nada, pero preguntar a base de ostias y exigir que el interlocutor responda lanzando margaritas al aire... me parece hipócrita, prepotente y repugnante.

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