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El hombre del sombrero

Al rey lo que es del rey




Imagino que el colmo de un republicano es que te caiga bien el rey. ¡Y a mí Juan Carlos I me cae de maravilla!

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Uno intenta resistirse y darse cuenta de que es el máximo exponente de una institución de la que te encuentras tan alejado ideológicamente, te autoconvences de que es un vividor, que no es necesario para garantizar la estabilidad y la concatenación de gobiernos del Estado... Pero de golpe llega un sábado gris, en el que no echaban nada interesante por la tele y suelta ese maravilloso: “¿Por qué no te callas?”

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Y tiene razón el hombre, al rey lo que es del rey, porque para llamar fascista a alguien lo mínimo exigible debería ser que no haya un ápice de sospecha sobre aquél que acusa de ser tocayo ideológico de aquél al que pretende insultar. Y en este caso el mandamás venezolano no va muy sobrado. ¿O es que acaso los totalitarismos llamados de izquierdas no son totalitarismos? Yo, que soy de izquierdas, no podría estar de acuerdo con esa afirmación.

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Pero bueno, la cuestión es que ayer me fui a dormir tranquilo, contento de vivir en un estado en el que se puede ser republicano y apreciar al rey al mismo tiempo y orgulloso de vivir en un estado en el que un presidente del gobierno defiende a un ex-presidente que lo único que había hecho por él hasta el momento era intentar desacreditarlo en sus conferencias por el mundo. Eso sí, también me fui a la cama algo triste al ver que la oposición perdió la oportunidad de ser caballerosa por un día, en lugar de aprovechar, una vez más, para hacer una lectura partidista y electoralista de la situación.

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Por último, el que suscribe, que es el primero que ha reído con aquellos que han  caricaturizado a Aznar, que ha hecho bromas mezclando las palabras Aznar y fascismo (en este blog hay un ejemplo) y que a veces encuentra en el humor la única manera de rebajar la crispación que producen muchas declaraciones de este ex-presidente que nos ha tocado, hoy quiere reclamar nuestro derecho a reírnos de nuestros propios políticos y hacer trinchera para que no venga ningún iluminado a insultarnos a nuestra casa, por lo menos no antes de haber limpiado la suya.

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Más o menos como dijo anoche Sardá sobre este tema: con Aznar ya nos metemos nosotros. Acabásemos.

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